

Para José, las encrucijadas eran su motor, su chispa para la acción. Elegir, optar, escoger ante la bifurcación, ante el dilema, era su concepto de júbilo.
Su vida-decía- era el producto de sus decisiones y, por lo tanto, no cabía en ella el azar.
Aquel domingo de agosto, Córdoba latía una primavera precoz.
José y su sobrino disfrutaban desde "Alfonsina" la vista del Paseo.
Era una invitación...
El puesto de objetos "retro" atrajo su atención . Ver los discos de vinilo lo transportó a su juventud. Tomó uno de ellos y con pudor, (el ritmo de la cumbia lo atrapaba pero le avergonzaba confesarlo), pidió escucharlo.
El Cuarteto Imperial sonó y el ritmo contagió el Pasaje... y subió por la sangre de María.
Detrás de su puesto de cuadros abstractos, los pies y las caderas de María marcaban sutiles trazos sensuales, leves movimientos cadenciosos que pintaron de azar las pupilas de José... huérfano ahora de encrucijadas.
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