lunes, 28 de septiembre de 2009

horizontes...con tonada colombiana

Él apoyó su bicicleta con alas Popayanas en la pared y se instaló. El aire del Pasaje Revol se empapó entonces de dibujos y caricaturas con sabor a guitarras y maracas, salsa y merengue, guarapos y birimbí.

De vez en cuando, aparece en mi horizonte una "pequeñísima y fina línea" que me dibuja andares, vivencias, latidos de una mágica bicicleta colombiana (y hoy me atrevo a compartirla):


"De vez en cuando, con cierta frecuencia, se desaparece una pequeñísima y fina línea de este horizonte montañoso y agudo rodeante, alguna de esas que se dibujan al fondo del día, contorneada por los rojonaranjaamarilloazules nuevos de todos los días de este lado de tan gigantesca roca azul fosforescente espacial. Esa línea, es de esperar, no se pierde por que si, no desparece del todo, es demasiado importante en sí, a pesar de su tamaño, como para dejar de existir sin dejar rastro alguno; en algún momento de la tarde por terminar, se convierte en un extraño lazo infinito de patas, como un "mil pies" de un millón de pies, tan gigante como su tamaño en la lejanía, en la cadena de infinitos verdes hasta el mar y, a una velocidad mayor a la de los mas rápidos aviones que pasen indiferentes y muy por encima, casi sin percibirse, ella se sube a las otras líneas que componen su cordillera madre y toma camino, un complejo camino con dirección al sur miedosamente lejano e incierto. Esa rebelde, la repentina desaparecida, descompone tercamente la belleza de un ocaso como ninguno, rodeado de los vientos lentos que un cielo generoso en agua y aire no se ocupa de enfriar mucho y que no los calienta de más solo para que la gente en camisas cortas y pantalones menores pueda pararse ante el sol y quedarse dormida soñando un cielo como ese, calentándose por última vez en su vida si murieran esa noche. Esa rebelde, procura, de vez en cuando, ser otra cosa. Y, aburrida de ser vista como lo de siempre, toma un pequeño tiempo de uno de sus eternos días para viajar muy lejos, para conocer líneas locas de otros vientos y lluvias y deslluvias que dejan secos los labios y ríos turbios, azules, claros y mares de hielo y cielos ampliados por la tierra y reducidos por los hombres.
Sin quererlo ella, a veces, al final de esos viajes de tiempo corto y aprovechando la noche que ha llegado y que hace de ella algo prescindible, busca un lugar de descanso, uno para ser vista y conocer otros ojos, tal vez más atentos a su belleza tan simple. Llega con frecuencia a una hoja vacía, o a un rincón de alguna otra, tal vez, a una partitura, en algún cuarto en el que las paredes devuelvan acordes seguidos y en el que se escuche de tanto en tanto una voz acompañando dulcemente la armonía.
A veces, muy pocas y gracias a la paz de aquellas notas, ella se queda dormida y deja que se pase la noche sin acordarse de este amanecer que siempre llega personificado en oros de oeste. Y, al despertar, se da cuenta uno que algo falta, que el amanecer, a pesar del dorado brillo, no es tan lindo, que hace falta algo, tal vez pequeño y simple, pero imprescindible en el horizonte... " (Autor: AGALVIS)

 
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